El día 19 de marzo se celebra el día del Padre. Por ello, creemos que es importante que reflexionemos sobre las relaciones con nuestros hijos. Cabe preguntarnos varias cosas: ¿realmente escucho las necesidades de mi hijo?, ¿respondo de forma adecuada a sus manifestaciones?, ¿estoy ayudándole a madurar emocionalmente?
Desde que los niños son pequeños, es muy importante que les ayudemos a poner nombre a sus emociones. De esta forma, a medida que vayan creciendo aumentará su conocimiento sobre sus propias emociones, podrán reconocerlas en ellos mismos, lo que les ayudará a reconocerlas también en los demás. Estas habilidades favorecen la interacción con otros, ya que podrán ajustar su comportamiento en función de la interpretación del estado del otro. Esto también favorece la empatía, que puedan interpretar las necesidades de los demás y poder actuar en consecuencia.
Además, es realmente importante que enseñemos formas adaptativas o adecuadas de mostrar y gestionar esas emociones. Así, cuando nuestro hijo tenga una rabieta o esté enfadado, es importante no responder con agresividad, ya que puede empeorar su comportamiento. Debemos mostrarnos calmados, actuar como modelos, para que ellos repitan esas reacciones y aprendan que las rabietas no son formas de conseguir lo que quieren. Además, enseñamos a que cuando estamos alterados debemos intentar calmarnos y no herir a los demás. Cuando son pequeños, acuden a nosotros para regularse y calmarse. Es fundamental que enseñemos a los niños formas de lograr la calma.
El contacto físico con los padres o cuidadores principales, además de servir como forma de mostrar afecto y aportar seguridad, ayuda a los niños a calmarse. Interpretar las necesidades afectivas de nuestros hijos es difícil, porque son internas, no se pueden observar, y nuestro papel, además de cubrirlas, radica en ayudarles a exteriorizarlas ya sea a través de palabras o comportamientos adaptativos. Así, ayudaremos a que su desarrollo emocional sea el adecuado. Pero igual que van creciendo, hay que ir adaptando las manifestaciones de afecto a su edad. A medida que se hacen mayores, hay que dar poco a poco más responsabilidades, y tener en cuenta su opinión. Además, validar sus sentimientos, siempre desde el respeto. Habrá que darles más espacio paulatinamente, porque los iguales irán ganando mayor importancia. De esta forma, fomentaremos su autonomía. Estar presentes y cercanos a nuestros hijos les aporta la seguridad que necesitan para poder ir explorando el entorno y ganar independencia de forma saludable.
Con nuestros mensajes, ayudamos a que nuestros hijos construyan la imagen sobre ellos mismos. El afecto que les mostramos ayuda a su autoestima. No debemos caer en los polos: aportar poco afecto disminuirá la autoestima, pero si los sobreprotegemos estaremos incidiendo de forma negativa en su autonomía. No debemos olvidar que somos modelos para nuestros hijos, la manera en la que mostremos el afecto influirá en su actuación futura. Los vínculos deben ser sanos.
Existen múltiples formas de mostrar el afecto. Aunque las más conocidas son los abrazos y los besos, no son las únicas. También podría ser compartir una actividad cotidiana agradable, como preparar la cena. Además, los mensajes de aliento o positivos, o ayudar a los pequeños a sus diversas tareas. Otra forma podría ser compartir actividades de ocio en familia. Recordemos que responder con recompensas ante las rabietas, hablar fuerte o de forma agresiva, no tener en cuenta los sentimientos y opiniones de nuestros hijos no son maneras adecuadas de mostrar afecto, e influirán negativamente en su desarrollo. Habrá que escoger las formas que mejor se adapten a nuestra rutina familiar y las características de nuestros hijos. Lo importante es que se reconozcan como muestras de afecto para que la otra persona las detecte y responda concordantemente.
Reconoce tú primero las emociones tuyas, de esa manera podrás acompañarle mejor sin confundir tus emociones con las de tu hijo. Hay que estar consciente de que no hay emociones buenas o malas, por lo que no deben reprocharse o reprimirse. El acompañamiento debe ser sin quitarle importancia a todo que está manifestando el menor, en ese momento todo lo que siente es muy importante para él. Recuerda que también eres hijo y ahora también padre, inter-actúa con tu hijo pensando en cómo quieres que te recuerde.