DEFINICIÓN
La autoestima es la valoración, positiva o negativa, que una persona hace de sí misma. Se compone de todo aquello que la persona piensa sobre ella, del juicio de valor que hace sobre esos pensamientos y de cómo este influye a la hora de actuar.
IMPORTANCIA DE LOS PADRES
El vínculo que se establece entre padres e hijos es la clave en el desarrollo de una buena autoestima. Los padres somos los primeros responsables de darles a los hijos una buena autoestima y esto se logrará a través de una relación de apego seguro entre ambos. Cuando cuidamos a un niño con amor, respondiendo y atendiendo a sus necesidades afectivas y fisiológicas, dedicándole calidad y cantidad de tiempo y haciéndole pertenecer a la familia, se sentirá seguro, importante y amado incondicionalmente y crecerá sabiendo que es una persona valiosa y capaz. Por lo tanto, se sentirá bien consigo mismo, desarrollando un sentimiento de seguridad que le hará fuerte y le ayudará a establecer relaciones saludables con el entorno.
Este sentimiento de amor incondicional por parte de los padres es la base para el desarrollo de un vínculo de apego seguro. Este tipo de amor proporciona estabilidad, sensación de protección y seguridad, características indispensables para el desarrollo de una autoestima incondicional y sana. Aunque el amor que proporcionan los padres es incondicional, este debe ser percibido por los infantes como tal, independientemente de cómo de correctas se consideren sus acciones.
TIPOS DE AUTOESTIMA
El psicólogo y Coach Eduardo Díez, en su curso de Autoestima, hace referencia a dos tipos de autoestima: una incondicional y otra condicional.
La autoestima incondicional es el sentimiento que tenemos de que somos seres valiosos, a pesar de nuestros defectos, limitaciones y carencias. Recibe este nombre porque este tipo de autoestima no depende de ninguna condición externa más que de la aceptación de nosotros mismos tal cual somos.
La autoestima condicional depende del mundo exterior y de cómo de competentes somos para funcionar en él. Esto es, la persona se acepta a sí misma siempre y cuando reciba la aprobación de los demás en todo lo que haga. Su valoración de sí misma va en función de lo que realicen, de si tienen éxito o no.
Siendo así, un niño criado en un clima que propicie un apego seguro y fomente una autoestima incondicional, se sentirá seguro y cuidado y tendrá la suficiente confianza en sí mismo para querer explorar el mundo y relacionarse con los demás sin miedo, convirtiéndose en un adulto con buena autoestima, capaz de establecer relaciones satisfactorias con los demás.
COMO MEJORAR LA AUTOESTIMA DE NUESTROS HIJOS
Dada la importancia de lo mencionado anteriormente, es conveniente cuidar cada detalle en la relación con nuestros hijos porque, incluso con pequeños gestos o comentarios del día a día que pueden pasar desapercibidos, podemos influir en la formación de su autoestima. De esta manera, sería importante conocer qué prácticas son positivas para la formación de una buena autoestima y cuales deberíamos evitar.
PRÁCTICAS POSITIVAS
Algunas prácticas positivas para la formación de una buena autoestima serían las siguientes:
- Transmitir confianza y afecto. Un niño que se siente querido y valorado lo reflejará en su autoestima, sintiéndose más seguro de sí mismo.
- Dejarlos probar y fallar si es necesario. El hecho de no dejarlos actuar, aunque se equivoquen, implica que no confiamos en ellos. Si durante toda su niñez se le ha expresado que no es capaz de lograr cosas por su cuenta, muy difícilmente ese niño valorará sus cualidades y capacidades, por lo que acabará teniendo una autoestima no sana.
- Fomentar la superación. Hay que motivarlo para que mejore, pero no presionarle ni exigirle ganar. Es importante aprender desde pequeño la importancia de mejorar y progresar de manera agradable sin que conlleve a una auto-exigencia negativa, pues será algo que le servirá el resto de su vida.
- Valorar su opinión y dejarlos participar. Es recomendable preguntarle qué siente, qué opina y qué le gustaría hacer a la hora de tomar una decisión. Debe ser él quien escoja qué deporte practicar, a qué clases extracurriculares asistir y todo ese tipo de decisiones que tienen que ver con él. Es muy improbable que un niño que ve que no tiene poder de decisión en su propia vida tenga una imagen positiva de sí mismo.
PRÁCTICAS NEGATIVAS
Para la formación de una buena autoestima debemos evitar compararlo con otros niños, sobreprotegerlo, minimizar sus logros y resolver todos sus problemas.
Cuando a un niño se le compara con otro, este puede sentir que tiene que ser de manera diferente para ser querido y valorado, por lo que no se aceptan como son. Buscan imitar a otras personas para conseguir esa aceptación, lo que influye directamente en su autoestima.
Por otro lado, la forma de crianza sobreprotectora no es más que el reflejo de las inseguridades de los padres. Esta práctica puede tener consecuencias en los niños tales como timidez, dependencia, introversión, inseguridad y falta de confianza en sí mismo, entre otras.
Es importante valorar sus objetivos cumplidos y, si algo le cuesta hacerlo (por más fácil que parezca), no digas “pero si es muy fácil”. De esta manera, estarías atentando contra su autoestima.
En cuanto a la resolución de todos sus problemas, si lo haces, el niño no desarrollará la capacidad de sobreponerse a las dificultades. Incluso podría considerarse incapaz de superar cualquier obstáculo que se interponga en su camino, lo cual influirá muy negativamente en el desarrollo de una buena autoestima.
CONCLUSIÓN
Para que nuestros hijos sean adultos seguros y se acepten de forma incondicional, nosotros, como padres, tenemos que realizar un gran trabajo desde la infancia ya que somos un pilar fundamental en la formación de la autoestima y ellos aprenderán a mirarse como fueron mirados. Para ello, es importante cuidar el lenguaje que se tiene con los niños ya que para fomentar una buena autoestima se debe hacer hincapié en la forma en la cual les expresamos nuestros mensajes y atender la manera en la que transmitimos esos mensajes a los niños y, especialmente, a los adolescentes, ya que ésta, la adolescencia, es la etapa más crítica de nuestro ciclo vital y donde más hay que incidir en los aspectos que pueden mermar o favorecer la autoestima.
Para concluir, hay que entender que el ser humano no es un ser estático, sino que está en constante movimiento, es decir, que el concepto de sí mismo evoluciona ajustándose a las circunstancias de las diferentes etapas de nuestro ciclo vital.
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Escrito por Reyna Sánchez Guerrero y Lina Antolín Martínez