Los complejos aparecen cuando pensamos que tenemos algún defecto físico o psicológico, y subestimamos nuestra capacidad, creyéndonos inferiores a los demás.
La imagen corporal es la representación mental que tenemos de nuestro cuerpo y la valoración que hacemos del mismo. Es diferente a nuestra apariencia física, aunque esta también puede preocuparnos porque es lo primero que se aprecia de nosotros.
En primer lugar, el cómo percibimos la forma y tamaño de nuestro cuerpo y de sus partes juega un papel importante. También se incluyen los pensamientos, actitudes y sentimientos que surgen ante el mismo.
Nuestra imagen se va construyendo a lo largo de nuestra vida, y va cambiando en función de las experiencias y el momento en el que nos encontremos. Esta puede distorsionarse, percibiendo nuestra imagen de forma errónea y generando sentimientos de insatisfacción. Es entonces cuando pueden aparecer los complejos.
• Por la presión cultural que sentimos al intentar ajustarnos a los cánones de belleza. Estos, entre otros, se pueden contemplar en cuestiones tales como que las mujeres se sienten “forzadas” a estar delgadas y los hombres a tener un cuerpo fuerte y musculoso.
Y, aunque los complejos existen en cualquier época del año, en verano usamos prendas de ropa más ligeras y vestimos bañadores, por lo que nuestra piel y nuestra figura están más expuestas a la percepción y valoración de los demás.
• Los comentarios que hacen los demás de nuestro cuerpo nos pueden afectar de forma negativa. Por ejemplo, que nos pregunten si hemos engordado, que nos resalten manchas o marcas de nuestra piel, que nos sugieran un cambio en nuestra figura... Puede generar en nosotros un malestar. Es importante establecer nuestros límites para protegernos de los comentarios dañinos que nos hacen otras personas, reduciendo su influencia.
A veces las creencias sobre nuestro cuerpo están basadas en estilos de pensamiento distorsionados, yéndose hacia un extremo, normalmente catastrofista. En la vida hay muchos contrastes, es preferible reconocerlos y evitar los pensamientos del tipo “blanco o negro”. Juzgar a los demás (o a uno mismo) por no lucir de determinada manera es irreal porque no existen los cuerpos hegemónicos.
Un cuerpo perfecto no te conduce al éxito personal ni social. Una persona es más que solo su físico. Y pretender alcanzar esta perfección puede llevar a que gastemos mucho tiempo y esfuerzo, además de generar una insistente evaluación de nosotros mismos que puede traer como consecuencia un malestar general. Es necesario que seamos conscientes de que la forma de nuestro cuerpo no depende de nosotros al 100%, ya que hay factores, como la genética o las hormonas, que influyen directamente en nuestra constitución.
El malestar nos puede conducir a evitar situaciones en las que estemos expuestos. Además de hacer que realicemos constantes comprobaciones y comparaciones de nuestro cuerpo y de las partes que más nos incomodan. Esto, lejos de mejorar la situación, hace que se mantenga nuestra insatisfacción. En los casos más extremos, algunas personas desarrollan rituales para “purgar” su cuerpo y aproximarse a esos estándares sociales desencadenando, en ocasiones, TCA (Trastornos de la Conducta Alimenticia) u otros trastornos.
Es muy importante conocer bien nuestro cuerpo y aceptar los aspectos que nos resultan agradables, así como los que no nos agradan tanto, pues, al final, es parte de lo que somos. Si realizamos ejercicios de aceptación corporal podremos reducir el malestar asociado a la insatisfacción con nuestra imagen. Un ejemplo simplificado de estos ejercicios sería el siguiente: nos ponemos frente al espejo, miramos todas las partes que forman nuestro cuerpo, observamos cuáles nos agradan y cuáles no. Estas últimas las acompañamos con la frase “las acepto. Porque son también parte de mí y me acepto como soy.”
Como hemos mencionado arriba, un aspecto que puede hacer que esta imagen negativa se mantenga en el tiempo es la comparación con otros. Hoy en día, es muy común observar en las redes sociales a personas populares que promocionan métodos para perder peso o para tener un rostro perfecto, entre otros. También nos podemos fijar en la asombrosa ausencia de imperfecciones naturales y normales del cuerpo humano, como la celulitis, el acné, las arrugas, etc., probablemente eliminados por los numerosos filtros y aplicaciones de edición de fotos. Es recomendable no caer en la falsa ilusión de pensar que siguiendo la rutina que llevan estos influencers vamos a llegar a la utópica perfección que exhiben. Se vende una imagen genérica que no tiene en cuenta la diversidad corporal. Es importante detectar estos mensajes, que son contraproducentes porque están fuera de la realidad.
Los adolescentes son los más vulnerables, puesto que su identidad personal está construyéndose y, en ocasiones, basan su éxito social en las opiniones de las redes sociales.
En definitiva, debemos trabajar en nuestra imagen y autoestima diariamente. Porque no es algo que se estanca, es algo que, al igual que un edificio, se va construyendo a lo largo de nuestra existencia.
Escrito por Reyna Sánchez Guerrero y Eva Llopis Gómez