Independizarse, cambiar de trabajo, divorciarse, comenzar una vida en pareja, ser madre/padre, emprender un nuevo negocio... Los nuevos comienzos, aunque repletos de oportunidades, suelen desencadenar una amalgama de emociones negativas que, en ocasiones, pueden resultar abrumadoras. El miedo, la impaciencia, la incertidumbre y la inseguridad se presentan como sombras que oscurecen la perspectiva de ese lienzo en blanco que ansiamos pintar.
Afrontar estos momentos de cambio es como sumergirse en lo desconocido, donde los "¿y si?" resuenan constantemente. ¿Y si no estoy preparado/a?, ¿y si sale mal?, ¿y si queda mejor en blanco?, ¿y si mejor no lo hago?... Son interrogantes que flotan en el aire, tejiendo una red de dudas que puede paralizarnos.
Los comienzos son, sin embargo, oportunidades para conectar con nuestros propósitos, aprender y apostar por aquello en lo que creemos, a pesar del miedo. Cada nuevo inicio implica cambios: cambios de rutinas, de vínculos, de situaciones... Cambios que, en ocasiones, generan temor, pero que son fundamentales para nuestro crecimiento personal.
En medio de estos momentos, el entorno y nuestra zona de confort pueden gritarnos: "¡Estás loco/a! ¿Por qué abandonar la tranquilidad de lo conocido?" Sin embargo, renunciar al cambio por miedo podría significar renunciar a nuestras creencias y a nuestros sueños de autorealización.
El miedo en sí no es negativo; de hecho, su ausencia puede ser más perjudicial, ya que nos mantiene alerta, nos hace dudar, analizar y buscar soluciones. Sin embargo, cuando el miedo se convierte en un obstáculo insuperable, buscar la ayuda de un profesional puede ser el paso necesario.
En este proceso, a veces se desata una lucha interna entre lo que debemos hacer, lo que sentimos y lo que nos dicen. Esta tensión puede llegar a somatizarse, debilitándonos. Pero cuando el corazón insiste en que ese es el camino, resistirse se vuelve cada vez más difícil.
Finalmente, llega el día en que la necesidad de cambio se vuelve imperativa. A pesar del miedo abrumador, se toma acción. Aunque el camino no sea fácil, poco a poco las cosas mejoran. La vida fluye, la motivación regresa, y te preguntas por qué no lo hiciste antes.
Ante estas situaciones, es fundamental hacerse algunas preguntas cruciales: ¿Dónde estoy? ¿Puedo ser yo mismo/a? ¿Estoy a gusto? ¿Tengo ilusión y motivación para seguir? ¿Quiero mantener esta situación durante cinco años más? Si las respuestas son "no", es posible que estemos en el camino equivocado y sea necesario replantear nuestra vida en distintos aspectos.
"La comodidad es el cementerio de la conciencia", y a veces estamos tan inmersos en ella que ignoramos las señales que nos indican otros caminos hacia un mayor bienestar. La vida es vasta, llena de experiencias por sentir, decir, hacer, aprender y crecer. Para convertirnos en nuestra mejor versión, a menudo se requieren cambios en nuestra evolución.
Desde esta perspectiva, podemos mirar con gratitud lo vivido, actuar en el presente para trazar un futuro prometedor y hacerlo todo con una buena dosis de amor y emoción por lo que somos, sentimos y hacemos. Nos merecemos una vida plena, llena de satisfacción y bienestar.